¿Cuánto tardaré en ser un Maestro? Un cuento zen.

26.03.2025

 Muy comúnmente, al comenzar un curso de Tarot, los estudiantes me suelen preguntar cuánto tarda uno hasta desenvolverse con soltura leyendo las cartas. Esta pregunta siempre me hace recordar una antigua historia zen.

Hace muchos años, en el Japón del shogunato, un joven se presentó frente a un experto maestro Samurai. Quería estudiar y convertirse, él también, en un gran Samurai y así, además de proporcionarse un sólido camino de futuro, dar una alegría a sus padres que ya se encontraban en la vejez.

Estando ya frente al maestro, le consultó:

- Quisiera formarme en este noble arte y hacer carrera como Samurai. ¿Cuánto tiempo tardaría en lograrlo?

- Tres años – respondió el maestro.

- Pero eso es un tiempo largo, y mis padres ya están muy viejos: temo que puedan morir antes de verme realizado. Y si pusiese todo mi empeño, y además de las horas de formación, hiciera otras tantas cada día hasta doblarlas para avanzar más rápido, ¿cuánto tardaría?

- En ese caso, tardarías unos cinco o siete años... – indicó el maestro, mientras le miraba perplejo.

- ¡Pero no puede ser posible! Y si practicara diariamente, todas las horas posibles, incluso dejando de comer y de dormir, ¿cuánto tardaría?

- Así, es posible que tardes la vida entera y nunca consigas pasar de aprendiz – sentenció, finalmente, el maestro.

 Debemos recordar que cada obra tiene su tiempo y su forma correcta de avanzar. No por mucho madrugar se amanece más temprano, reza el dicho. Hay que tener presente que el Tarot es un camino iniciático, y que su ritmo de absorción necesita una labor constante que, por otra parte, también requiere del mismo tipo de calma y reposo que el dedicado para masticar correctamente y realizar la digestión saludable de los alimentos. 

Se trata de un proceso que, ante todo, es un periplo por nuestras propias vivencias, que se ven espejeadas por las cartas. Sólo entonces, emergeremos desde allí enriquecidos por nuestra propia reflexión.

Asimismo, una vez interiorizados los significados de las cartas, toca aprender a relacionar estos símbolos en el contexto de una lectura, dando pie en nuestra conciencia al surgimiento de una historia, como si se tratara de una película proyectada en esa pantalla íntima del cine que es nuestra mente. 

Cuando hayamos logrado esto, este ejercicio cuidadoso de lectura nos marcará un nuevo camino de aprendizaje en los infinitos matices que cada consulta nos enseña. Este ir y volver desde el símbolo a la imagen interna, su comunicación y la devolución que nos hace el consultante al revelarnos detalles de su historia, nos permitirá finalmente desarrollar una forma única y personal de abordar el oráculo.

Además, será sabio siempre recordar que nadie puede enseñarnos todo lo que el camino nos depara para que cada uno lo descubra. Por mucha experiencia que pueda aportar, quien nos haga de maestro sólo puede legarnos aquello lo que ha llegado a hacer suyo a lo largo de su propio viaje, pero nunca podrá adelantarnos los pasos que cada uno tendrá que dar en su propia senda personal como aprendiz.

 Abordar el aprendizaje desde esta perspectiva, supondrá siempre un paso a paso profundo que imprimirá una huella perdurable en nuestra comprensión de los ritmos de la vida, que es al fin y al cabo lo que el oráculo devela. De lo contrario, nuestras prisas y premuras sólo nos asegurarán grandes tropiezos, y la sordera cierta de no saber acceder a la voz secreta del oráculo, que es aquel susurro que resuena en nuestro interior. De no proceder así, habremos estado tan centrados en avanzar a trompicones -tal como lo hace un autómata al instalar sus actualizaciones- que no habremos sido capaces de integrar cabalmente en nosotros mismos la lección que cada uno de los Arcanos nos tenía preparada.