La Parábola de la Flecha Envenenada

23.09.2024

Siddharta Gautama fue un príncipe nacido en Kapilavastu (India), que pertenecía a la familia Sakiamuni. Tras dejar atrás su vida como príncipe, se volvió monje mendicante y acabó transformándose en asceta, meditador y maestro espiritual. Se le conoció como Buda (Iluminado), y recorrió el valle del Ganges entregando sus enseñanzas y conformando una comunidad monástica de hombres y mujeres, la Sangha.

En su búsqueda de la Iluminación, el Buda Gautama intentó descubrir cómo liberarse de la ignorancia y el sufrimiento. Al igual que otros grandes sabios del pasado, como Lao Tse, propuso un camino práctico que nos anima a centrarnos en las cosas más sencillas, como una vía para alcanzar metas mayores. Una de sus grandes reivindicaciones fue la de vivir el momento presente, sintetizado en su aserto:

"No insistas en el pasado. No sueñes con el futuro. Concentra tu mente en el momento presente".

La misma práctica meditativa insiste en cultivar la atención plena, para absorberse completamente en el Eterno Ahora. El Taoísmo lo resume también en otra frase: "Hasta un camino de mil millas empieza con un primer paso". No obstante, en la vida cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.

En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos al Buda Gautama que forman parte del Canon Pali, podemos encontrar la "Parábola de la Flecha Envenenada".  El Buda le contó esta historia a un discípulo, que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las respuestas a las "14 preguntas sin respuesta", relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte. La parábola es la siguiente:

"Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. Sus familiares y amigos le querían procurar un médico, pero el hombre enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen.

Quería saber también si este hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también requería saber con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda.

Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real... Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas."

En muchas ocasiones, para resolver un problema es importante no perderse en divagaciones: necesitamos actuar. Al mismo tiempo, detrás de las cavilaciones se esconde nuestro miedo y nuestra incertidumbre. Y, aunque sepamos cuál es la solución definitiva, tememos enfrentar una realidad lacerante si nos decidimos a meterle mano a la flecha. El perderse en detalles no sólo no resuelve nada, sino que agrega más problemas al problema. Dicho de otra manera, la mente puede convertirse en nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga. Podemos usarla en positivo para solucionar problemas, o usarla en negativo encontrando un problema para cada solución.

En este sentido, la enseñanza budista plantea centrarse en el presente, valorar cuidadosamente la situación en la que se está, y dar un paso a la vez: eso no conduce directamente a nuestro destino final, pero al menos nos saca de donde nos encontramos atascados.

Por otro lado, de alguna manera todos estamos heridos por esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos. Y, a pesar de ello, vivimos sin ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del presente, sumiéndonos en un estado de preocupación inútil.

Al leer la parábola, la primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta: todos estamos muriendo - mientras nos hacemos preguntas irrelevantes (por más que sean fascinantes), dándole importancia a detalles que solamente nos desvían de la realidad.

Buda nos está sugiriendo que el camino no es a través de la mente y de sus especulaciones -la mente que es incesante en su duda y en su deseo, y que teje laberintos espectrales a la velocidad del pensamiento- sino que el sendero se abre a través de la acción que responde a lo que es necesario, en armonía con la vida tal como se expresa en el Eterno Ahora.  Manly P. Hall comenta sobre esta parábola, en su libro "Budismo y Psicoterapia":

"En la parábola, la flecha es la tragedia inmediata, significando el egoísmo base que se ha convertido en el lugar común de la existencia moral... No nos damos cuenta de la gravedad de la herida, o estaríamos impelidos a remover la flecha inmediatamente, utilizando cualquier medio a nuestro alcance para liberarnos de los venenos que han sido colocados en la punta de la flecha. Mientras el ser humano viva apegado a un código de interés personal, justificando el error malinterpretando los patrones universales a su alrededor, nunca podrá conocer la libertad más allá del dolor."

La parábola de Buda y el comentario de Manly P. Hall, nos invitan a examinar nuestra propia conciencia, a atrevernos a ver lo que es evidente.

Como lectores de Tarot, asimismo, nos es bueno y necesario entrenar la conciencia plena para mirar de frente al oráculo, con ojos bien abiertos y receptivos a lo que se nos manifiesta en una tirada. Poner en foco lo que el oráculo vuelve evidente, permite iluminar desde allí un camino que es, al mismo tiempo, una experiencia meditativa tanto para el intérprete como para quien se acerca a consultar

Además, es importante saber de antemano que muchas de las preguntas que se nos plantean buscarán, precisamente, perderse en mil detalles inútiles mientras la flecha continúa clavada. Es, entonces, nuestra tarea aportar elementos para que el consultante encuentre una luz propia y comience a despejar las ramas para ver el bosque, devanando así la madeja para liberarse de aquello que le ha atrapado los pasos.