Las Claves de Color en el Tarot de Marsella

La representación gráfica en el Tarot de los Arcanos Mayores y menores, responde a una elaborada disposición simbólica. Esta característica es realmente notable en los Arcanos Mayores, donde es absolutamente necesario tener en consideración, para su interpretación, que cada carta está conformada de la siguiente manera:
- Un número en la parte superior (excepto en el Arcano El Loco);
- Representaciones alegóricas humanas, animales o materiales, encerradas en un recuadro central;
- Todas llevan una denominación en la parte de abajo, (excepto en el Arcano XIII, denominado Arcano sin Nombre, aun cuando es conocido ampliamente como La Muerte).

Los colores básicos de la baraja son el rojo, el negro, el amarillo, el blanco, el "carne", el verde y el azul, de acuerdo al modelo popularizado por el erudito Nicolás Conver, que imprimió en 1760 la baraja completa de lo que hoy conocemos como Tarot de Marsella. La interpretación deberá ceñirse de acuerdo a qué elemento esté iluminado con qué color en particular, representando así una parte sustancial del mensaje alegórico.
Cada cultura, religión y tradición, tiene su propia versión del simbolismo de los colores. No obstante, existe para todas ellas un trasfondo común, que es la tensión entre luz y oscuridad engendrando la paleta de colores. El color es la luz modificada por la oscuridad, y es gracias a esta dialéctica que se despliega toda la gama cromática.

Aquí, me centraré en describir la función simbólica de los colores en la baraja. Muchos detalles de las figuras que parecen incoherentes a primera vista, aclaran su sentido al tomar en cuenta el código cromático, que obra como un portal que devela el amplio horizonte de significados que se despliega en cada Arcano Mayor.
Los Colores
Blanco: Representa la luz y la pureza. Tiene la propiedad de adquirir otro color sin alterarlo, al verse cubierto por otro tono superpuesto. Simbólicamente, esto significa que la pureza y neutralidad del elemento puede verse alterada de acuerdo a la propia voluntad.
Por sí mismo, el blanco indica fidelidad, pureza, sencillez, santidad y virtud. Es muy común que en las barajas de Tarot aparezcan ropas o flores blancas, indicando pureza y nobleza. Por otra parte, el blanco se distingue porque abarca y fusiona en sí todos los colores, simbolizando por lo tanto la supremacía del todo que es más que la suma de sus partes, y por lo tanto la creación de todas las cosas en el Universo.
Blanca también es la brillante luz de la luna, que resplandece en la oscuridad. Es símbolo de pureza y de renacimiento, (especialmente en el simbolismo de la rosa blanca en el Arcano XIII del Tarot Rider-Waite, donde expresa al corazón que transmutará su sufrimiento tras haber pasado por el portal de la muerte y la oscuridad).

Amarillo: Es el color del oro, la piedra filosofal de los alquimistas. Representa la inteligencia divina, el razonamiento en tanto capacidad de distinguir y organizar los elementos. Este color está conectado con la luz solar, e indica la capacidad de ver las cosas tal como son. Asociado al dorado, a veces se le relaciona con la astucia y el interés material, ya que su valor se ve alterado por la intención: positivo si está al servicio del bien, y negativo si se mezcla con la manipulación, la mentira y la traición.
En coronas, escudos, tronos, copas y monedas, su significado es positivo, ya que refiere al Sol, dador de luz, calor y vida. Las cabelleras rubias representan pensamientos elaborados que se irradian hacia el mundo material; pero en las vestimentas, indica el peligro de un disfraz bien diseñado, o la advertencia de que se está cerca del peligro aun cuando la razón no alcance todavía a dilucidar en dónde se encuentra la amenaza. Respecto del suelo, indica que el camino a recorrer tiene un componente de destino o inteligencia divina, y da a entender que, una vez acabada esta etapa, se habrá logrado un aprendizaje muy importante.

Naranja: Este color indica la alegría del fuego que mantiene su llama, la vitalidad y el abrigo, la positividad, iniciativa y orgullo.

Rojo: Es un color cálido, que evoca el fuego y la pasión, el amor, la sangre y la vida, el mundo sensual y sus realizaciones materiales. Emblema de la sangre y el fuego, representa las pasiones y su conexión con el mundo de la materia y sus hechos concretos. Es el entusiasmo, la energía y la vehemencia que, como el fuego, son necesarias para el movimiento inherente a la existencia, pero que pueden acabar por consumir la propia voluntad cuando se ven desbocadas y el individuo deviene esclavo de sus propias pasiones. En sus dos vertientes, se asocia a la pasión que permite realizar grandes sacrificios (como Cristo al derramar su sangre por la humanidad) y, por otro lado e irónicamente, se asocia a los Infiernos en tanto lugar a donde se irá a parar si no se sabe poner límite a esas mismas pasiones.
El rojo es un color asociado al poder - idea que venía ya desde la Antigüedad, en donde el púrpura o el escarlata eran indicativos del poder de los emperadores, nobles y militares. Hasta el día de hoy, caminar sobre una alfombra roja es una distinción reservada sólo a los triunfadores y personas prominentes.
En un último sentido, se entiende que si un personaje de la baraja porta un atuendo -o cierta parte de él- en este color, indica una actitud emotiva o pasional. En el caso de las capas o zapatos, al ser elementos que pueden sacarse o ponerse, indican un movimiento espontáneo y, muchas veces, algo superficial. También puede ser una alerta en el terreno emocional aunque, en general y a pesar de su aspecto descontrolado, se le considera elemento positivo porque promueve el pulso sostenido que es inherente a la vida.

Azul: Vinculado con la profundidad del mar, el cielo y la noche estrellada, tiene un valor de recogimiento y espiritualidad. Representa lo inconsciente, la fuente primordial de las pulsiones, el misterio desde el cual surgen los sueños y la vida emotiva, la profundidad y la soledad de la contemplación. Se contrapone y equilibra al rojo. Evoca tranquilidad y pureza, humildad y fe.

Azul claro o Turquesa: Es el color del cielo despejado de día y, en cuanto tal, representa la calma y la claridad para abordar las cosas bajo una luz clara que nos guía y disipa los engaños de las sombras.

Violeta: Este color está asociado a la transmutación y la necesidad de penitencia. En su variante púrpura, es un indicador de poder y, al mismo tiempo, de conciencia de la responsabilidad que implica la posesión de este poder – es decir, la necesidad de una espiritualidad consciente de la justicia y el desarrollo del karma. En algunas versiones, La Luna se ve ribeteada de violeta, subrayando la necesidad de transmutación del sufrimiento interno en claridad, compasión y perdón.

Carne: Es el dominio de la realidad, en tanto corporeidad. Nos recuerda el cuerpo, sus necesidades y sus ritmos biológicos, la parte de animalidad con que nuestro cuerpo nos conecta con todo el resto de criaturas animales. ES el territorio de la existencia carnal en donde la historia vital se desarrolla, con sus consecuencias duraderas, ya sea para bien o para mal, que pueden cultivarse, fortalecerse o conformar un desafío – como en el caso de la enfermedad.
Rosa: Denota sensibilidad, belleza, armonía y salud.

Verde: Es el color del reino vegetal, del crecimiento sin pausa de la vida y la esperanza de una nueva primavera. Ser conecta con la energía plasmada en el trabajo constante, la fertilidad y la serena resistencia de las plantas frente a la adversidad de un muro desnudo, la producción de frutos y el sustento que es la base de toda la cadena alimenticia.

Marrón: Es la estabilidad de la tierra, aquello que se expresa en los hechos que, en cuanto aparecen, se imponen en contra de cualquier opinión o elucubración. Implica una conexión con el elemento Tierra, y un énfasis en los efectos prácticos de nuestras acciones.

Negro: Siendo la ausencia de todo color, representa el vacío. Simboliza el nigredo de los alquimistas, la necesaria putrefacción que libera los elementos encerrados en el cuerpo para entregarlos de vuelta al universo, permitiendo así la renovación de los ritmos de la vida.
Posteriormente,
se le identificó con la noche, la ceguera y la muerte, ganándose la
ominosa connotación que tiene hasta nuestros días. No obstante,
también se convirtió en el color de la austeridad, las
mortificaciones y la vida retirada de los monjes, en contraposición
al rojo de las pasiones.
